Desde hace mucho tiempo llevo insistiendo en que la formación y la preparación del socorrista acuático, como profesional especialista, se puede resumir en 4 aspectos (Palacios, 1998, 2003, 2008):
- Dominio del medio acuático (no sólo nadar), que debe ser la primera de todas sus capacidades y habilidades, puesto que sin dominar el medio en el que trabaja difícilmente podrá cumplir gran parte de sus responsabilidades.
- Tener una preparación física idónea, contando con niveles adecuados de fuerza, resistencia, coordinación y velocidad, en el medio acuático y fuera de él. La realidad de un rescate implica la necesidad de un determinado grado de fuerza, de una adecuada velocidad de ejecución, de un buen nivel de coordinación para la aplicación de técnicas específicas y de un determinado índice de resistencia orgánica.
- Poseer conocimientos teórico-prácticos acerca de técnicas, métodos, materiales, instalaciones y organización relacionados con el socorrismo, con la idea de que es el conocimiento el que capacita para intervenir en cualquier ámbito y mucho más en uno relacionado con la seguridad y la emergencia.
- Poseer valores humanos y actitudes profesionales imprescindibles en socorrismo, que personalmente me empeño en resumirlos en dos: Respeto (por la vida, por las personas) y Responsabilidad (en el trabajo, en la vida).
En esta formación y preparación del socorrista acuático profesional la base deben ser sus valores humanos y sus actitudes profesionales, puesto que con ellas puede conseguir el resto de aspectos que le permitirán ser un buen socorrista y un buen profesional.
Cualquier persona puede ser socorrista acuático y demostrar, incluso, su capacidad para serlo, pero no todas las personas poseen la calidad humana y profesional necesaria para llevar adecuadamente el trabajo que le corresponde. De poco o nada sirven las capacidades y habilidades físicas, la preparación física y los conocimientos que posee una persona, si sus valores humanos o profesionales le fallan. No puede ser de otra forma en un trabajo relacionado con la vida de las personas.
Por este motivo, en todas las actividades formativas en las que participa el Grupo de Investigación en Actividades Acuáticas y Socorrismo, que coordino en la Universidad de A Coruña (congresos, cursos, jornadas, seminarios), insistimos en lo que consideramos la pieza angular del socorrismo: los valores humanos y las actitudes profesionales.
En muchas ocasiones presentamos imágenes obtenidas en situaciones reales sobre lo que NO debe hacerse cuando alguien está cumpliendo con un trabajo en el que la VIDA es el “leitmotiv”, el sentido central de todo lo que se hace. Son imágenes vergonzosas, en las que se pueden ver a socorristas tumbados tomando el sol o durmiendo tranquilamente; o jugando al fútbol, al golf, al voleibol, a las palas o a las cartas; o hablando con personas ajenas al servicio descuidando su trabajo (en ocasiones, claramente intentando ligar); o vendiendo productos como bañadores a usuarios del entorno; o preparando un churrasco o asado; o leyendo libros, periódicos, revistas o los apuntes para un examen; o consultando el teléfono móvil; o tocando la guitarra; o en muchas otras acciones impropias de profesionales que deben prevenir y vigilar sobre todo.
Cuando presentamos estas imágenes, demasiadas por desgracia, comprobamos que son muchas las personas que se quedan impresionadas y casi todas “avergonzadas” por el comportamiento de los que llevan sin pudor la camiseta de socorristas y dicen ser socorristas. También solemos comprobar miradas de extrañeza y desconfianza, como si no supieran bien dónde se están metiendo. Y en muchas personas vemos miradas decididas, miradas de comprensión total acerca de lo que les mostramos y explicamos, miradas que nos comunican que están decididos a ponerse del bando de los auténticos socorristas profesionales, de aquéllos que van a entender bien la trascendencia de su trabajo, de los que están dispuestos a pasar frío o calor, de los que ya al comienzo tienen claro que quieren ser socorristas por el principal motivo de serlo: AYUDAR A LOS DEMÁS con sus conocimientos y su preparación.
Para los que vemos que no están muy convencidos en esta primera presentación, solemos decirles directamente: “Si todavía alguien tiene dudas, que intente imaginar que la persona que necesita de esta ayuda es ella misma o su familiar más querido, seguro que así ya no hay dudas”.
Hay una frase del Premio Nobel de literatura en 1915, el escritor francés Romain Rollad (1866-1944) que solemos utilizar: “Basta un instante para hacer un héroe, y una vida entera para hacer un hombre”. Y comentamos a continuación que nosotros no queremos formar a héroes, y mucho menos a héroes que arriesguen su vida y lleguen a morir. Para hacerlo nos bastaría un instante. Nosotros queremos formar a profesionales, a hombres o mujeres que tengan una vida entera para demostrar que hacen bien su trabajo.
Y para conseguirlo necesitamos un tiempo amplio en el que ellos participen al máximo, de tal forma que en el proceso de enseñanza-aprendizaje lleguen a consolidar una base sólida de valores humanos y actitudes profesionales, que les estimularán para llegar a ser buenos socorristas acuáticos dominando el medio acuático, teniendo una condición física idónea y adquiriendo los conocimientos necesarios para intervenir con eficacia en situaciones de emergencia.
Los valores humanos y las actitudes profesionales que van a precisar son fáciles de entender y a todos nos gustaría ser tratados cumpliendo lo que significan: altruismo, apoyo, ayuda, compromiso, cooperación, dignidad, entrega, fraternidad, honestidad, honradez, humanidad, integridad, justicia, lealtad, protección, prudencia, seguridad, servicio, solidaridad, voluntariedad. Es muy sencillo, porque todos estos valores y actitudes se pueden englobar en dos: RESPETO y RESPONSABILIDAD.
Respeto por la vida, respeto por las personas. Responsabilidad en el trabajo, responsabilidad en la vida.
Es, quizá, lo más positivo de mi trabajo, el esfuerzo por comunicar que somos útiles, que podemos ser buenos profesionales del socorrismo y que gracias a nuestro trabajo podremos prevenir muchísimos incidentes y situaciones de emergencia en el medio acuático y, en algunas ocasiones, muy pocas, salvar la vida de alguien.
Yo, particularmente, siempre me he empeñado, me empeño y me seguiré empeñando en transmitir lo difícil que es ser un buen socorrista y lo fácil que es caer en los errores de siempre, en los fallos que tantas veces hemos visto y fotografiado durante el horario de trabajo. Errores y fallos que he comentado anteriormente. Y siempre comento y comentaré que estoy harto de comprobar que los socorristas que tienen motivos única y puramente económicos, mercantiles y materiales suelen ser los que más caen en estos errores y fallos.
En fin, que debemos seguir poniendo toda nuestra fuerza y todo nuestro entusiasmo en animar a los que trabajan en socorrismo hacia los valores humanos y las actitudes profesionales. Debemos ser capaces de hacerles entender que su trabajo es un servicio a los demás, sabiendo que cuando menos se espera alguien te necesita al cien por cien y de ti depende el salvar la vida de una persona.
El gran escritor portugués y premio Nobel José Saramago en uno de sus libros menos conocidos (Claraboya), dejó escrito lo siguiente: “Aprendí que, tras esta vida desgraciada que los hombres llevan, hay un gran ideal, una gran esperanza. Aprendí que la vida de cada uno de nosotros debe estar orientada por esa esperanza y por ese ideal… La experiencia sólo vale cuando es útil a otros.”
Así es y yo suelo decir a mis alumnos que ninguno de ellos elegiría una medalla o un récord deportivo antes que la posibilidad de salvar una vida.Se piensa de forma generalizada, sin analizar si es acertado o no, que a las personas las mueve más fácilmente motivos puramente económicos, mercantiles y materiales; mientras que motivos sociales y éticos suelen olvidarse o relegarse a un segundo plano. Y no es cierto, tal y como defiende Eduardo Punset (XL Semanal, 27 de julio de 2008), al citar un experimento que tiene relación con lo que suele mover más y mejor a las personas:
“Les dieron a tres grupos de personas un encargo para que jugaran con el ordenador. Lo que tenían que hacer era meter un circulito en un cuadrado haciéndolo pasar por un sitio un poco difícil. Al primer grupo se le pagaba muy bien por hacerlo, al segundo grupo se le pagaba mal y al tercero no se le pagaba nada, pero se le decía que aquello tenía una importancia social y ética enorme porque de ello dependía la curación de gente que no conocían. En el grupo bien pagado hubo un porcentaje de aciertos del 70 por ciento, en el mal pagado el porcentaje fue del 40 y en el último grupo, al que no se le pagaba nada, pero que conocía la importancia ética o social del asunto, el acierto superaba el 95 por ciento. Así que ahora sabemos que no somos tan malos como parecemos.”
Cada día tengo más claro que la mejor cadena de supervivencia es la formación como educadores que hemos recibimos y que podemos transmitir a otros y así sucesivamente. Con ello se salvarán muchas vidas.
Todos deberíamos ser conscientes de que las labores de educar, enseñar, transmitir, concienciar son fundamentales porque con ellas estamos previniendo, y con la prevención estamos salvando vidas.
En esto consiste el auténtico socorrismo. De esto trata la vocación y la satisfacción que produce hacer bien el trabajo en socorrismo.
Valores humanos y actitudes profesionales, es así de sencillo.
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